De joven Universitaria, viviendo en la capital de Venezuela, es decir, Caracas, la ciudad brinda diferentes opciones para vacacionar, entre ellas, visitar museos o espacios culturales.
Al día siguiente nos encontramos para ir a un concierto. Todas lindas para el encuentro y cuando llegamos al teatro, una de mis amigas, expresa:_¡sin caerse!- cuando abren las puertas empezamos a subir y por magia tropecé otra vez, y me sostuve de mis amigas a los lados y nuevamente paramos al piso. ¡Otra vez!—gritan mis amigas— yo empecé a reír y ellas a esperar que me calmara porque las contagiaba con la risa; las lágrimas se asoman en esto momentos en el cual la risa se apodera de mí y a veces hasta el aire me falta.
Cuando tropiezo que es seguido, a veces pienso que un lado de mi cerebro no desarrolló lo suficiente la capacidad motriz, pero no impidió que me riera de mi dificultad. Mis amigos se ríen, mi esposo me dice: —¡vas a seguir!—, mis estudiantes en la universidad me imitaban; el vigilante de la universidad me preguntaba: —¿cómo está el piso?— o mis amigos preguntaban por mí y respondía uno de ellos —búscala en el piso—. Mi vacaciones en caída y parte de mi vida es humor gracias a mis caídas.
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